Al comienzo era el apego…

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El apego es la relación afectiva más intima, profunda e importante que establecemos los seres humanos, y que se va creando a través de una especificidad de reacciones y percepciones entre la madre (o la persona que lo cuida) y el niño. Es una conducta tan primaria que la compartimos con la especie animal, y es esa que desarrollamos cuando nos sentimos angustiados y con temor y buscamos la protección de alguien mejor adaptado que nosotros para que nos transmita protección, cuidado y seguridad.

Si vemos a un niño que se asusta, ¿a quién acudirá? A esa persona que le transmita seguridad, protección y cuidado. Esa será su figura de apego. Cuando un niño llora porque se ha hecho daño, o por que tiene hambre, ¿a quién acudirá, o a quién esperará? A quien le calma, protege y cuida… si todo ha ido bien. Porque el apego se forma esencialmente en aquellos momentos en los que el niño siente o expresa algún malestar y con lo que hace la madre, el padre o la persona que lo cuida, para calmarle, para regularle emocionalmente.

Quiero dejar aquí claro que no todo vínculo afectivo es vínculo de apego. El apego es una relación de vínculo afectivo muy restrictivo y específico: el que se establece entre el niño y la persona que lo cuida. Por lo tanto, todo vínculo de apego es vínculo afectivo, pero no todo vínculo afectivo es apego. Para que sea apego tiene que ser duradera, estable, predecible y consistente. Si todo esto se da, el proceso dará lugar a un apego seguro. Si no, tendremos desde pequeños problemas a trastornos del vínculo.

Mediante el apego lo que se genera es un espacio de protección y contención del estrés y del peligro, donde lo importante es lo que el adulto hace para regular ese malestar. El ser humano necesita sentirse emocionalmente seguro, y esto se va aprendiendo por cómo actúa el adulto cuando me siento amenazado, inseguro, en desequilibrio… Es decir, nos estamos jugando la sensación de seguridad emocional básica. Si me siento seguro, exploro. El legado del apego es un escudo en situaciones de estrés.

El apego nos lo encontramos también en las parejas, cuando ya ha pasado un tiempo: alrededor de dos o tres años.

El apego es un proceso, no es una situación específica o un momento: no es el juego, ni el momento de la lactancia, aunque indudablemente son importantísimos. Estos son instrumentos que pueden facilitar el apego, según se realicen.

Para que el apego se produzca, la relación debe ser duradera en el tiempo , hablamos de años; estable, consistente y específica, predecible , donde se establece un patrón de protección y de regulación emocional.

Si el niño no está estresado, su apego está desactivado y por lo tanto puede explorar física y mentalmente.

Los problemas surgen cuando la fuente de protección es a la vez fuente de estrés, peligro o confusión. Pero eso lo dejamos para otro día.

 

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